‘Dersu Uzala’ (1975) vuelve a la gran pantalla

La obra maestra de Akira Kurosawa se reestrena mañana en cines - crítica por Rafa Catalán

Dersu Uzala es a Kurosawa lo que Toro Salvaje (1980) a Martin Scorsese: su renacer de las cenizas tras una crisis existencial. Al primero lo llevó casi al suicidio y al segundo a un capuzón en la cocaína considerable del que sólo Robert DeNiro lo sacó. Esta cinta de 1975 que nos llega ahora de la mano de A Contracorriente trata el viaje del capitán Vladimir Arseniev por esa inmensidad inhabitada que es la taiga rusa y la amistad que forjará con el explorador Dersu Uzala, el cual le hará de guía. Una vez conocido este personaje, nos encontramos ante una de esas obras en las que su título no puede ser otro que su nombre, ya que el universo representado en su globalidad se funde con él, haciéndonos ver que el pequeño Dersu es parte de la misma taiga: sencillo, fuerte, y en perfecta unión con lo que le rodea.

Kurosawa nos ofrece esta unión en un ejercicio de narrativa cinematográfica impecable, cada secuencia parte de unos planos cuya composición se enmarca de forma coreográfica, dejando siempre un resultado natural, fluyente como la vida misma. Dersu es animista y nos presenta su mundo como “gente”: “gente sol” o “gente luna”, y Kurosawa parece beber de ese espíritu y hacer de su cámara una especie de “gente cámara”, ya que su manera de rodar la naturaleza crea un espacio y una mirada de comunión única. Hay un momento en que nuestro narrador se sorprende como Dersu le cuenta que le han engañado y aun así no le importa nada, remarcando esos factores sociales que todos tenemos y que en el caso del cazador están plenamente ausentes. Para ello Kurosawa insiste en el plano fijo. como si de un óleo o de la página de una obra universal se tratara. El de Dersu es un mundo distinto al nuestro, animista y natural, que también tendrá sus normas, por supuesto: entre esa “gente” suya, habrán algunos como el tigre, que será su pecado, su penitencia, su redención. Y, claro está, estemos en el mundo en el que estemos, hay algo que la vida no le perdona a nadie: el paso del tiempo.

Dersu Uzala nos habla de la sociedad y de cómo nos relacionamos con ella como individuos, pero desde fuera, desde esa taiga inhóspita, por eso es recomendable disfrutar de ella en este triste 2020 que nos empuja al ostracismo y a la rabia con el mundo. Es como un recuerdo a la comunión que tenemos con las vicisitudes de nuestra vida, a afrontarlas, a compartirlas, a superarlas, a sacar al pequeño Dersu cazador que llevamos dentro. También nos habla de la amistad, pero de esa que se forja con la experiencia, con vivencias comunes, superando vicisitudes, compartiendo el tiempo cuando hay que avanzar en el camino y cuando parece que no ocurra nada. En definitiva, compartir la aventura y la vida.

Grandes como John Huston, Joseph L. Mankievicz o Fred Zinnemann demostraron que en su última etapa aún tenían fuelle para dejarnos excelentes clásicos. Todo y que aún le quedaban en la recámara joyas como Ran (1985), Kurosawa también demostró que para renacer solamente podía hacer un canto a la vida y la naturaleza como esta Dersu Uzala.

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