Tras muchos años en los teatros de Europa, el dramaturgo francés Florian Zeller traslada su propia obra al cine, y lo hace sobre seguro, acompañándose de los oscarizados Christopher Hampton en el guion y Anthony Hopkins y Olivia Colman como el padre y la hija. Ellos y una casa, poco más necesita para trasladar este sobrecogedor retrato de una mente que empieza a desmoronarse en su vejez.
El padre nos muestra el problema de una mente que no funciona bien o empieza a fallar, pero desde dentro, desde su punto de vista. Nos adentramos en la casa de Anthony pero en realidad estamos entrando en su cabeza. Sin previo aviso, vamos viendo los hechos y las situaciones a las que Anthony se enfrenta de forma que nos resultan inverosímiles. Poco a poco, y junto a él, descubriremos que ahí hay algo que no cuadra, piezas que faltas, una realidad que parece ir desmoronándose, hasta que acabaremos viendo que seguramente se trata de que lo que se está derrumbando es algo de nosotros mismos, de nuestra cabeza, de nuestro nuevo estado. De este modo, El padre, a diferencia de Amor (2016), donde Michael Haneke ―como es habitual en él― nos mostraba ese deterioro tras una considerable distancia desde la que no nos involucraba, nos mete de lleno en el deterioro de la memoria y de nuestra realidad y lo acabamos padeciendo en primera persona, como en Memento (2000), de Christopher Nolan, donde el relato y la estructura es el propio mensaje. Florian Zeller logra así plasmar la metáfora del árbol que se va deshojando como una identidad que no se sostiene. De igual modo, no todo es el ensimismamiento del pobre Anthony perdiendo la cabeza, la mente a veces también nos juega buenas pasadas y hace, seguramente gracias al instinto de supervivencia, que veamos a los extraños, aquellos que no son de la familia, como verdaderos seres hostiles, llegando a acertar en ocasiones. Es el caso Rufus Sewell (siempre siniestro), de quien el maestro Hopkins mira mal desde un principio.
Vale la pena vivir la experiencia ya que el trío Zeller, Hopkins, Colman consiguen transmitir al espectador algo que, si no se ha sufrido ya, acabará ocurriendo, ya sea en nosotros o en algún familiar cercano. Y, de no ser así, solo el personaje de Anthony interesa para ser reinterpretado por futuros actores tanto en teatro como cualquier versión. Es de esos papeles que en otras décadas hubiera galardonado a aquellos Jack Lemons, Jack Nicholson, Dustin Hoffmans, etc. vaya, un caramelo. Además, no nos podemos quejar porque es una peli confinada: apenas salen de casa…