El director Michael Haneke dijo una vez que le gustaría pasar de la tragedia a la comedia y viceversa con la facilidad con la que lo hacía Chaplin, pero que no podía. Hoy, vista la filmografía de ambos y el sentido del humor del primero, se entiende su honestidad. Lo importante es que a Chaplin lo tendremos siempre porque ya es un icono del siglo XX, y un siglo ha pasado desde el estreno de su primer largometraje, El Chico. Para volver a disfrutarlo, A Contracorriente nos la trae en una versión restaurada en 4K, con lo cual es una gran oportunidad para hacerse con la experiencia de aquellos primeros espectadores que disfrutaron en una sala de la primera historia larga de Charlot. La trama es más chaplinesca de lo que uno puede llegar a imaginar, ya que el famoso vagabundo de bastón y bigote se gana la vida con la ayuda de su nuevo amigo, un chico que romperá vidrios de ventanas para así reparándolas él y cobrándolas. La unión de ambos será la fuerza de la historia, habiéndose encontrado por azar, tras ser el pequeño abandonado por una madre que arrastra un pasado.
A partir de aquí, poco más que decir, porque Chaplin ya lo dice todo y casi todo con más imágenes que rótulos, de ahí el poder del pionero. Para la comedia, un solo gesto, o bien una composición de ideas; para el drama, unos rótulos que expliquen la problemática de la situación; pero para acabar resolviéndolo todo, comedia, drama, rótulos, violencia y catarsis. La iconografía es la de Charlot de siempre: miseria llevada con dignidad (la estancia de Charlot y sus utensilios casi pasan a ser juguetes), coqueteo infantil ante las damas (aquí con un error desternillante), David contra Goliat (los botellazos en la cabeza te alegran el día literalmente), o la cosificación de personajes (el Chico evoluciona de “paquete” a persona por secuencias). Con la novedad esta vez de un sueño que fue calificado en ocasiones de cursi por ser excesivamente edulcorado; hoy, como todo lo del resto de la obra, no sobra en absoluto, le sube un par de puntos a la fiesta global que es toda la cinta.
El trío lo forma Charles Chaplin y su atuendo, Edna Purviance y los problemas que ya arrastraba entonces, y el pequeño Jackie Coogan con una vida que le esperaba no mucho mejor que la de su personaje. Cien años después y tal como está el cine y sus salas, lo mejor como espectador es dar un homenaje a la fiesta del cine e ir a ver a Charlot y su Chico.