‘Minari. Historia de mi familia’, se estrena mañana en cines

Crítica por Rafa Catalán

De A Contracorriente nos llega Minari. Historia de mi familia, una producción coreano-estadounidense del joven director Lee Isaac Chung. Era de suponer que, tras la bomba de Parásitos (2019), el cine americano ya no sólo le iba a echar un vistazo al cine coreano sino que le iba a tener que meter mano directamente. Pues así lo ha hecho Brad Pitt (ahora de nuevo como productor), quien ha afianzado su apuesta y llevando la película hasta los Globos de Oro. No hay grandes similitudes con ese gran éxito del año pasado, pero sí hay bases como la familia, la supervivencia, y el choque cultural. En este caso el conflicto sucede en Estados Unidos, en una familia coreana que intenta tirar adelante el sueño americano en la década de los 80 y de una forma muy similar a como lo hicieron los colonos de hace 100 y 200 años.

Él se llama Jacob como el personaje del libro del Génesis, aunque solo comparte con él el hecho de verse ante la dificultad de una tierra prometida y una sociedad de promesas y esperanzas. Esta sociedad se relaciona poco con ellos, apenas a través de la iglesia y de algún que otro iluminado o corto de miras, quien tal vez no vio esa tierra prometida o ese sueño en el pasado y busque ahora una segunda oportunidad. De hecho, todo americano vecino de los nuevos ciudadanos, o bien mira hacia abajo buscando agua como buenos zahoríes que son, o bien miran hacia arriba buscando un dios que todavía notan presente.

Las diferencias en la pareja de la familia ya se ven en sus formas; ella destaca en sociedad por su elegancia, mientras que él no deja de ser el rudo campesino llegado al campo de Arkansas en su versión asiática. De ahí vendrán las opciones que los distancien: quedarse aislados en la rutina de sexadores de pollos y la apuesta personal de Jacob, o el ansia de ella de seguir más hacia el Oeste, California. El problema culmina con la abuela, o sea el pasado, o sea Corea. Si todos los personajes han de ir aprendiendo a comportarse en la nueva tierra, ella también lo hará, pero con mucha más dificultad.

Ni se puede comparar con las vicisitudes americano-irlandesas de aquellas uvas de la ira de John Ford, pero ambas familias llegaron en carreta y estaría bien compararlas con la prudente equidistancia para ver cómo cambian los tiempos. Esta nueva comunidad norcoreana que retrata Minari será la que veremos ya afincada en el Gran Torino de 2008, cuyos personajes serán los hijos de este Jacob y sus problemas seguirán siendo de adaptación en la sociedad norteamericana.

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