La comedia gallega «Cuñados» se estrena hoy en cines

Crítica por Rafa Catalán

Más allá del juego que dan palabras y neologismos de los últimos tiempos como son freaky, selfi o hípster, el concepto cuñado o ―ya sin tapujos― cuñao, es el que más se apremiaba ser parte tarde o temprano de una comedia española. Así ocurrió con otras comedias como Primos (2011), o ya las producciones americanas con títulos traducidos libremente como Supersalidos (2007), Superfumados (2008) o Súper empollonas (2019). Es decir, que en el futuro acabará habiendo una comedia llamada Suegras y será tan previsible como su título, la cosa está en si esta que hoy nos ocupa, dirigida por Toño López es también previsible, cumple con las expectativas o si, en definitiva, entretiene. Pues sí, esta ópera prima del joven director gallego empieza un tanto alborotada, pero en seguida sabe coger el ritmo y, lo más importante, mantenerlo con las dosis de humor jutas. Como decía Billy Wilder, con Cuñados se consigue no ir saltando de carcajada en carcajada, sino montado de inicio en una constante sonrisa hasta el final. Ante todo, es una comedia costumbrista, ya que el idioma, el paisaje y prácticamente todo lo que se come y se bebe es de la tierra gallega, cosa que hace que uno se acabe haciendo a todo ello de igual forma que se hace a esas comedias francesas donde se corretea por la campiña.

Como toda comedia, todo viene de un error, una metida de pata de dos cuñados en un negocio, a partir de la cual se escoge el secuestro como maltrecha solución a tal situación. La víctima y futuro vértice del trío es el cuñado de una empresaria la cual no querrá pagar ni un duro. De ahí surgirá un nuevo plan, con el que empezarán las carreras. Como en Resacón en las Vegas (2009) y como todo lo de aquellos lejanos Hermanos Marx, el trío en comedia funciona: uno que busca el orden, otro que lleva al desorden, y un tercero que no sabe muy bien por dónde pisa (dicen que esta es la fórmula de aquel ego, superego e id del psicoanálisis freudiano), y a partir de aquí es ir dejando a los personajes jugar con la trama y al espectador disfrutar con el resultado.

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