Omara Portuondo en el Festival Grec

Crónica del concierto por Sara Martínez

En un año tan arriesgado para la cultura, espectáculos y entretenimiento como el que estamos viviendo, poder disfrutar de la magia en directo de las leyendas de la música es algo insólito. Gracias a la edición del presente año, que se ha equiparado en cifras de asistentes a la del 2019, Barcelona y su verano han podido ofrecer la realización de un Festival Grec lleno de referentes musicales.

Con setenta y cinco años de carrera y noventa a sus espaldas, la novia del filin’ quiso celebrar su cumpleaños rodeada de música, amigas y público. La única voz femenina de Buenavista Social Club, la más sexy, la más bella, la inigualable… Omara Portuondo -así fue presentada por su pianista y Director del show, Roberto Fonseca- ofreció un recital de más de noventa minutos, con un cuarteto en el que estaba presente su nieta, Rossío Jiménez, y tres invitadas muy especiales.

El show empezó con Drume Negrita, quizás una de las melodías cubanas más famosas y más interpretadas y, una de las nanas más especiales del mundo. Poder escucharla con la voz de Omara, ya castigada por los años y los escenarios, fue el inicio perfecto de un espectáculo que, con semejante declaración de intenciones, sabíamos que sería único.

Sentada en una silla de mimbre parecida a un trono, la dama recitó un total de diez canciones, entre pausas donde Roberto Fonseca la agarraba de la mano para acompañarla a descansar. Estos interludios fueron amenizados por el cuarteto, tocando Aggua y dejando al público embelesado con el virtuosismo de Fonseca, Yandy Martínez (bajo y contrabajo), Ruly Herrera (batería), Andrés Coayo (percusión) y la ya conocida Rossío Jiménez (voz y percusión). Cuando la Dama volvió a salir combinó agudamente los chistes y la picardía con la temática de las canciones, tanto que hasta el mismísimo Fonseca resultó interpelado en interpretaciones como Veinte años (María Teresa Vega), Adiós Felicidad o La última noche (Bobby Collazo), en la que incluso se levantó de su butaca para dirigirse a Fonseca y recriminarle el origen de su desamor.

Tras esta presentación, continuó la fiesta y empezaron a llegar las invitadas que acompañarían a Omara en este cumpleaños tan especial. La primera presencia de la que pudimos disfrutar fue la de Andrea Motis, trompetista catalana fuertemente influenciada por el Latin Jazz y que nos regaló una maravillosa versión de Lágrimas Negras. Como en todo cumpleaños, la anfitriona desea que sus invitados se lo gocen y se lo bailen, y tímidamente, el público empezó a entonar la popular melodía y, poco a poco, podíamos ver la ilusión de Omara a través del brillo en sus ojos al recibir tan maravilloso presente.

Esta primera parte del concierto, dominada por los boleros, poco a poco se fue viendo más invadida por el dinamismo de Fonseca, aficionado de pisar rápidamente el acelerador e irse para las sendas de el jazz fusión combinado con ritmos propios de la salsa y el tumbao. Así, salió la segunda invitada, la inigualable Martirio, quien ya había dado alguna pista de su presencia en el show por Instagram y no podía contener el orgullo y la emoción por ser una de las invitadas del momento, cantó a dúo con Omara el bolero Silencio. Por último, llegaron Rozalén y Beatriz -su intérprete de signos- para entrar con el ritmo salsero y tumbao de La sitiera, que Omara acabó transformando en Guajira Guantanamera y animó a todo el público a levantarse y a dar pequeños pasitos de baile delante de la butaca.

Un fin de fiesta espectacular, lleno de ritmo, sabor y son, que continuó con Quizás, Quizás, Quizas, con las tres invitadas y Bésame Mucho, en la que Omara se propuso cantarla entera con el público y competir viendo quién aguantaría más en la interpretación. Una demostración de que la edad, evidentemente, pasa factura en el timbre de la voz, en la capacidad pulmonar, en la resistencia, pero nunca en la esencia verdadera de una leyenda como la más sexy, la más bella, la inigualable Omara Portuondo.

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