Si una vez el gran José Luis Guarner dijo que Tiburón era la versión paperback de Moby Dick (entiéndase paperback como su versión de bolsillo, pero a la vez maldita, su relectura punk, su relectura dura por decirlo así), pongamos que esta The lost daughter es la versión paperback de Shirley Valentine. De ahí puede que llegue a perdonar esa osada traducción del título como “La hija oscura”, siendo “La hija perdida” en el original. Shirley Valentine fue una obra de teatro de Willy Russell interpretada en nuestro país por Amparo Moreno, Mercè Arànega, o la malograda Veronica Forqué entre otras. Siendo su más popular representante Pauline Collins por su adaptación al cine, Shirley Valentine era una mujer casada de mediana edad que decidía un día dejar su vida de ama de casa e irse a las islas griegas a despendolarse y acabar encontrando, si no a sí misma, a alguien a su lado. La Leda de La hija oscura en cambio tiene, además de las carnes de Olivia Colman, otros mimbres más duros.
La actriz Maggie Gyllenhaal adapta en su primer trabajo en la dirección la novela del mismo título de Elena Ferrante, y con ella ofrece una lectura un poco más atrevida a lo visto hasta ahora en las convencionales relaciones maternofiliales. Leda va a Grecia a sentirse viva, a observar a las familias y a coquetear con un joven Paul Mescal y con un maduro Ed Harris, pero también a rechazarlos porque en su intento su pasado le revive y será una carga que llevará encima. Ese peso del pasado se materializará una herida en la espalda y en una muñeca recuerdos, pero tranquilos, estamos en las playas de Grecia y todo es más terrenal, más directo, no hay un exceso de metáforas que nos hagan comernos la olla. Si alguien que vio o sufrió la serie Servant, de M. Night Shyamalan ―digo sufrió por la tomadura de pelo del final de su primera temporada―, pues tal vez aquí le recuerde algo por esa presencia de hija plástica a modo de muñeca infantil que se hace presente. Leda acaba entra en el mundo de las madres y sus familias y a la vez se va aislando porque su pasado la ahoga. Y cómo no, Olivia Colman te lo va dibujando con pinceles de actriz inglesa: con sencillez, poder y eficiencia. Puede que haya un momento en que nos veamos abrumados por los flashbacks pero enseguida volvemos al intenso verano de remordimientos de Leda. Y es que, hoy en día, mediáticamente se nos dice que hacemos lo que hacemos o una madre hace lo que hace porque sufre un trastorno (puede que una nueva versión paperback, también), mientras que Leda nos dice que no hay trastornos, que simplemente no somos perfectos, que nos podemos equivocar en la vida, que ha ido a la pureza de las islas griegas del encontrarse, confesarse, liberarse y al final a contárnoslo.