En 1942 empieza en París la búsqueda de judíos por parte de las fuerzas alemanas que se han hecho con la ciudad. El joyero judío Joseph Haffmann, ante la presión, decide no huir con su familia dejando su tienda a su empleado Françoise Mercier y se queda escondido en el sótano hasta que las cosas cambien. Mercier acepta y se queda al mando del negocio junto a su mujer Blanche. A partir de aquí el trío convivirá con la clandestinidad del joyero a cambio de algún que otro pacto. Este inicio es de lo más convencional que hemos visto en docenas de películas del género, pero al mismo tiempo se amolda ―seguramente de forma involuntaria― a la realidad que estamos viendo hoy día en las noticias con el conflicto de la invasión rusa en Ucrania. Tal vez sin quererlo, su realizador Fred Cavayé muestra un paralelismo entre la realidad de la toma nazi de París y la de la Ucrania actual. Esto es un hecho que se lo darán los espectadores, de igual forma que otras obras coincidían con la actualidad como aquella Daño colateral de Andrew Davis, en la que Arnold Schwarzenegger veía como las Torres Gemelas eran atacadas por aviones en la ficción, sin haber previsto que la realidad le obligaba a posponer su estreno hasta uno o dos años más tarde.
Al margen de coincidencias, aquí tenemos un resultado notable, Daniel Auteuil rebosa dignidad con la seguridad de un personaje noble y seguro, lo mismo que Sara Giraudeau, mientras que Gille Lelouche dibuja muy bien el arco dramático de su personaje con el que entendemos que la guerra cambia a las personas. Judío en inglés es jew, joyero jeweller; y siendo muchos judíos joyeros, por fin hay una película de nazis que trate directamente este tema. Adiós, señor Haffmann está en la línea de aquellos perseguidos en la guerra que hemos visto en muchas películas españolas, desde La trinchera infinita hasta en gags de La vaquilla, pero aquí es un drama (adaptación de la obra de Jean-Philippe Daguerre del propio Cavayé junto a Sarah Kaminsky) en el que se muestra con apenas tres personajes la supervivencia de dos familias incompletas: la de un matrimonio y la de un hombre sin los suyos ante la dureza de la guerra en 1942 y, a la vez, también en este 2022.
