Nos adentramos en el Teatre Grec, este maravilloso teatro que a pesar de su nombre, no lo crearon los antiguos griegos. Es un teatro que se construyó para la Exposición Universal de 1929 en la montaña de Montjuïc. Es un espacio inspirado en la planta del teatro de Epidauro, una pequeña ciudad griega de la Argólida, una península al noroeste del Peloponeso. Especialmente preparada para acoger las obras del festival Grec, nos encontramos rodeados por los geniales jardines proyectados por Rubió i Tudurí y Jean Claude Nicolas Forestier.
En este espectacular entorno pudimos disfrutar de la gran obra de teatro Jerusalem, uno de los platos fuertes del festival de este año. Obra de Jez Butterworth y dirigida por Julio Manrique, nos adentró en una Inglaterra actual en la que el anti-héroe John Byron, “el Gall”, interpretado por Pere Arquillué, nos deleitó con una de las mejores interpretaciones que he podido disfrutar en años. La gran traducción de Cristina Genebat hizo que esta obra ambientada en Inglaterra, fuera realmente cercana, creando en el espectador un continuo cambio esquizofrénico entre carcajadas y una melancolía casi insoportable.
Byron, como su propio apellido nos anticipa, es un gran romántico rebelde, un místico, un anti-héroe a lo Ulyses de Joyce, un trobador, un gitano lleno de misterios que rodean su propia étnia, un perdedor, un ángel disfrazado de demonio avanzado a su tiempo, un luchador, un ser totalmente necesario en los tiempos que corren.
La historia transcurre en 24 horas. Este gran personaje, vive en una caravana en medio del bosque que se está convirtiendo en una urbanización para ricos, donde él, dicen… no tiene lugar. Rodeado por adolescentes totalmente perdidos adentrados en un existencialismo sin meta ni razón; las drogas, el alcohol y las fiestas son como un escenario necesario para poder abstraerse y huir de las fatalidades del capitalismo salvaje, del sin sentido de la vida, de las miserias humanas.
Es un escenario completamente punk, ya no sólo por las fiestas, las drogas, la locura, también por recordarnos ese No future que seguimos teniendo tan presente en nuestra precaria vida del siglo XXI. Una mezcla de tradición bañada por ese himno inglés, Jerusalem, angelical, precioso y profundo, que se convierte en Smack My Bitch Up de los Prodigy, que nos permite sacar toda esa ira del sin sentido y falta de oportunidades en la sociedad actual.
Una maravilla que os aseguro, no dudaría ni un segundo en volver a ver. Una obra totalmente genial y necesaria para entender nuestro pasado y obviamente nuestro presente, que se encamina a un futuro totalmente distinto al que soñamos y que se encuentra vetado para muchos, pero que obviamente ¡no dudaremos en combatir, igual que el gran Byron, hasta el final!
Haizea Etxebarria Compes