The farewell se abre con el ambiguo rótulo “Basado en una mentira real”. A partir de ahí veremos a Nai Nai (Shuzhen Zhou), una octogenaria que nunca ha salido de su China natal, que es diagnosticada de una grave enfermedad. Sus hijos y sus nietos se reunirán con ella, viniendo de Oriente y Occidente, celebrarán una boda, y le harán los honores correspondientes para que la decana de la familia esté a gusto. Pero ella es la única que no sabe ni de su diagnóstico, ni de su enfermedad, ni de que todo eso es una farsa.
Si La vida es bella (1997) y Goodbye, Lenin (2003) nos mostraban cómo una mentira, si es de buena fe y en familia, puede ser mejor que la dura realidad, en The farewell, la directora Lulu Wang nos convence de que, además, esa mentira puede llegar a ser terapéutica y una auténtica fuerza vital. Lo hace con una sensibilidad especial en sus personajes, manteniendo siempre una distancia justa y prudente ante la dureza de tener que despedirse de los seres queridos, y especialmente con un sentido del humor que oxigena el relato cuando debe hacerlo; siempre, eso sí, sin caer de bruces en la comedia (se nutre de esa base hawksiana de hacer partícipe al espectador del engaño que se está fraguando). Wang logra mantenernos firmes ante lo que esconde aquella mentira: la enfermedad y la muerte, pero siempre sonriendo, siempre llenándonos de vida.
Como lienzo de fondo, se respira un país en transición, donde se unen dos generaciones: la de la joven protagonista, Billi, que se fue de niña y hoy es ya el Occidente del millón de dólares, y la de la anciana Nai Nai, esa Vieja China destinada a morir derrotada por el tiempo, pero que parece no dase por vencida.
Rafa Catalán