¡Que suene la copla más Morente! – Crónica del concierto de Estrella Morente – De Cajón! Festival Flamenco de Barcelona 2019 – Por Sara Martínez y Belén Martín Vázquez

La historia se hace copla y es una luz a su penumbra, una voz que responde a su sangre, a su piel, a su memoria. ¡Que suene la copla más Morente!. Con esta suerte de salmo, Morente eligió ser presentada el pasado 20 de diciembre en el Palau de la Música de Barcelona. Ningún lugar barcelonés podía ser mejor para representar el espectáculo Copla y trasladar al público a una época en la que un Palau prácticamente recién construido ofreciera sus primeros espectáculos.

Cada cual en su asiento sabía que Estrella el actual personaje y portavoz principal de la saga Morente, que a manos de Enrique creó una escuela artística. Esta escuela porta una teoría que apuesta por la reinvención de los géneros de forma revitalizada, fresca, construida y estudiada desde las raíces y la pureza. Gracias a ello, el viernes pudimos escuchar y apreciar como la copla florecía desde la fuerza que mana de la garganta de Estrella, desgarrando nuestras almas a través de un género que tuvo su auge prácticamente hace un siglo y que este día tocó uno por uno los corazones de las personas sentadas en el Palau.

Foto: Belén Martín Vázquez

Madrina marca el inicio y ataviada con cola, peineta, mantilla y abanico Estrella cantó el romance escrito por los maestros Quintero, León y Quiroga, otros de los personajes principales de la noche junto a Imperio Argentina, Conchita Piquer y Lola Flores. Seguida de Antonio Vargas Heredia, Rosío y La Niña de la Puerta Oscura, el público contempló maravillado como Estrella, con la naturalidad de las arriba mencionadas, se movía por todo el escenario del Palau, subiendo y bajando sus escaleras y paseando entre el director y el pianista. Usando un lenguaje corporal excelso, la interpretación recuperó pedazos de historia de la memoria de alguno de los presentes y permitió a otros viajar en el tiempo. Como si de una actuación cinematográfica se tratara, Estrella empezó a entonar Amante de mayo y abril y arrastrada por la fuerza del género, tiró su peineta y abanico para poner punto y final al primer acto. Corriendo a reposar por unos instantes y a ataviarse de nuevo, la orquesta entretuvo al público con unas suites, hasta que entre bambalinas y repleta de lentejuelas plateadas sobre una bata de cola blanca, Estrella volvió a aparecer al ritmo de El día que nací yo, canción con la que la artista se siente más representada. Triniá, Miedo y Yo soy ésa le siguieron y pusieron fin a este acto intermedio, que terminó con las luces apagadas y un bello cambré de la artista acompañado de aplausos infinitos como colofón.

Foto: Belén Martín Vázquez

Las canciones interpretadas hasta el momento conectaron sobremanera con el público. Un repertorio -y a su vez documento sociológico- grabado en nuestra memoria sentimental a través del cante de nuestras abuelas, nos recuerda como la copla nació aprisionada por la férrea censura franquista, que junto a su moral nacional-catolicista se apropió por unos años y de forma torticera de un género que luchaba por ser una vía de escape.

Compositores como los tres maestros mencionados, productores de más de cinco mil obras, cargaban de metáforas las letras y reivindicaban la picaresca y el papel de la mujer, a quién únicamente se le ofrecía tres minutos de protagonismo y el resto de una vida en silencio, subyugada por el mal llamado sexo fuerte.

Tras este acto, personajes de otra gran saga del cante como la de los Carbonell; con Montoyita y José Carbonell “El Monty” a la guitarra y Antonio Carbonell al cante, acompañado de Ángel Gabarre, fiel compañero del padre de Estrella, junto con las percusiones de “El Popo”. Sin la presencia de Estrella y con el Popo picando en un taburete, la pequeña congregación empezó a interpretar La niña de los ojos negros. Mientras los montadores movían unas cuantas sillas y ponían una mesa que evocaba un tablao, Estrella volvió a salir, tomó asiento y empezó a recitar En lo alto del cerro, picando una mesa repleta de polvo de talco que envolvió a los artistas en un humo ficticio. Después del  toque personal de la Compañía Morente, la orquesta vuelve a salir para comenzar con la que vaticinamos que sería la última parte del espectáculo. Y, tras unas notas del Amor Brujo  de Manuel de Falla, seguidas de la maravillosa interpretación de la famosísima y conocida Pena, Penita, Pena, Estrella dirigió con fuerza y poder uno de los momentos más difíciles de la noche, la interpretación de Suspiros de España, que cumpliendo con las predicciones de la cantante, fue abrazada por el público catalán.

Foto: Belén Martín Vázquez

El mismo público, rompió en aplausos que duraron minutos -debo confesar que me ardían las manos- y que hicieron emocionar a la artista y a su equipo. Tan emocionados, decidieron ofrecernos un bis donde pudimos volver a escuchar Madrina, vez dedicada a Rosario, abuela de Estrella y Gr a n a da para finalizar el espectáculo. Como si fuera la primera vez o el primer aplauso de la noche, volvimos a ofrecer nuestras reverencias a Estrella y a su compañía. Estrella, ante semejante estampa en el Palau, fue incapaz de abandonarlo e incluso dijo “por mi parte me quedo hasta la Nochebuena”. Aplaudiendo al compás, Estrella cerró los ojos y empezó a improvisar una melodía dedicada a la cultura, única bandera de ella y de su familia, que como nos ha dejado claro, siempre le acompañan. Y tras otro fuerte aplauso y al menos veinte minutos de bises, el cansancio -y la hora de cierre del Palau- pudo con los músicos y poco a poco procedieron a abandonar el escenario, dejándonos inmersos en nuestros aplausos y silbidos, que por razones obvias para toda persona asistente, no podíamos parar.

Coincido con su filosofía y doy las gracias a Estrella por llevar el arte como bandera, por tenerlo corriendo por las venas y sacarlo por su boca, atreviéndose a despolitizar géneros fuertemente politizados y adoptados por una parte de la sociedad que en su día no se mostró abierta al arte y a la libertad de expresión artística, sello característico de los Morente.

Texto : Sara Martínez

 

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