A Contracorriente Films estrena el próximo viernes «Especiales», de Olivier Nakache y Eric Toledano – crítica de Rafa Catalán

Siempre con su Intocable (2011) en la recámara, y ahora con el Premio del Público de San Sebastián bajo el brazo, Olivier Nakache y Eric Toledano llegan a las salas con Especiales, un melodrama donde tocan de nuevo un tema de grupos sociales desfavorecidos. En esta su última obra nos cuentan la historia real de Stephane Benhamou y de Daoud Tatou, dos amigos de distintas creencias religiosas que, desde hace 20 años, llevan adelante una organización sin ánimo de lucro para ayudar a niños autistas y adolescentes con problemas. El problema ya no solamente será el trato y la ayuda diaria a los pacientes de su grupo, sino las dificultades con las que deberán lidiar para no desaparecer, en una sociedad neoliberal, que cada día aprieta más a todo aquel que parece ir por libre sin estar sometido a la alienación global.

En los últimos años, el cine europeo más comprometido siempre procura diseccionar las contradicciones de base propias de este tipo de economías de las democracias contemporáneas. Así lo lleva haciendo Ken Loach, los hermanos Dardenne, Bertrand Tavernier o Fernando León de Aranoa en España. Incluso recordemos que hay obras como La vida de Adele (2013), donde se trataba el despertar homosexual de una joven francesa, pero que en realidad ese despertar no era otro sino el que acabaría marcando su clase y condición social. En Especiales, sus directores son más pragmáticos y saben enmarcar los conflictos de los personajes en universos más cercanos a nosotros.

Con Vincent Cassel de la mano, nos vamos adentrando en el día a día de esa organización que intenta meter en el mundo laboral a jóvenes con autismo, que a la vez procura que otros con riesgo de exclusión laboral cuiden de ellos y, en general, que algo del pequeño engranaje funcione mínimamente. A su lado, clásicos como Rain Man (1988) quedan ridículas, ya que aquí el personaje con espectro autista no ha de afrontar su problema a nivel personal, sino que ha de hacerlo a nivel social, lo cual parece ya no más duro, sino más veraz y consecuente.

En caso de no ser los dos principales protagonistas un judío y un musulmán, sino ambos cristianos, estaríamos ante un film ya no de espíritu católico, sino calificable de estar en la plena propaganda en pro de ONG como Cáritas o tantas otras. Pero, al tratarse de cine francés, no puede haber una singularidad en sus personajes como la hay en el cine americano; todos ellos han de ser representativos de todos los grupos étnicos de la Francia de hoy. De hecho, el personaje de Cassel esconde en su cabeza una kipá judía bajo su gorra, cosa que ya nos dice que el tema no es religioso ni cultural, aquí, en Especiales, es meramente social.

Rafa Catalán

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