Golem nos trae el 5 de marzo «La candidata perfecta», la última película de la prolífica realizadora saudí Haifaa Al-Mansour – crítica de Rafa Catalán

En una sociedad tan dura para la mujer como es la de Arabia Saudita, Selma y Sara son las hijas de Abdulaziz, quien recientemente ha enviudado y no parece estar por ellas como en tiempos anteriores. Maryam quiere salir a una conferencia a Dubái para prosperar en su carrera de medicina, pero su permiso para salir del país no es válido en el aeropuerto, necesita el de su padre. Éste se encuentra de viaje en pleno Ramadán con su grupo de música, con lo que Maryam irá al primo de su padre para hacerse con el permiso “masculino” necesario y así poder moverse. El primo no le da el permiso porque eso sería violar la ley. Este hecho parece ser el empuje final para que Maryam se decida a hacerse un sitio en la sociedad, con lo que acaba presentándose a candidata en las elecciones municipales para poder mejorar el pavimento y accesibilidad del hospital donde trabaja.

Si de algo ha servido el boom de Parásitos ha sido para romper definitivamente con los clichés del cine asiático en Occidente. Y esta La candidata perfecta sigue un tanto en el cliché. Como inicio y propuesta, reivindicativa; como final, correcta; y de sabor global, agradable, lo que se dice una feel-good movie. Pero, siguiendo la moda del empoderamiento de la mujer de cualquier sociedad y de casi todas las historias que nos llegan a las pantallas hoy en día, este caso es demasiado perfecto. Las mujeres de esta sociedad están en un entorno difícil, machista de base, relegadas a unos pequeños espacios pero, aun así, las protagonistas de la historia parecen conseguir sus propósitos fácilmente. Haifaa Al-Mansour, como a veces hace Ken Loach, nos muestra las dificultades, mientras que los logros los da por hechos. Por ejemplo, el padre es músico y sale en celebración del Ramadán, y hay veces que su grupo no gusta y no es aceptado, lo cual puede ser lo más parecido a lo que pueda sentir su hija y las mujeres de su sociedad. La diferencia está en que él se resigna un poco; hay un momento que ella le dice “¿papa, como va tu tensión?”, a lo que él responde algo así como que la lleva por dentro. Otro ejemplo sería la labor de Maryam como doctora: apenas la vemos, pero acaba siendo importante. Es algo que Al-Mansour tal vez da por hecho y el espectador puede llegar a echar en falta. Una de ellas es fotógrafa y ella doctora. No está nada mal. Además, se presenta a unas elecciones de una forma un tanto precipitada. La ausencia de madre refuerza la unión de las tres hermanas, una autoridad en la casa y el grupo familiar que compensa con la figura del padre.

Pero en general, el resultado es agradable, la cultura de las mujeres saudís parece bastante próximo, y la atmósfera que respira y transmite en general, tanto el de su sociedad como el sexismo sufrido de base, es positivo, tal vez demasiado, pero al menos eso parte como una declaración de intenciones de Al-Mansour para con su tierra.

Rafa Catalán

 

 

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