«Comer mierda» es una expresión colombiana que explica las condiciones duras que hay que pasar para ganarse la vida en ese país. A ésto, juntamos un «Viva el capitalismo» y «no es nuestra felicidad, sino la de ellos (de los norteamericanos)» y sería un resumen muy importante de lo que es «Pájaros de verano» (Ciro Guerra y Cristina Gallego). La película se proyectó en el clásico cine berlinés Babylon como un aperitivo del quinto Panorama Colombia de Berlín. El festival nos abre el apetito con dos películas de lujo a una semana de su inicio, entre el 14 y 17 de marzo, con dos ya grandes obras maestras del cineasta colombiano Ciro Guerra: «El abrazo de la serpiente» y la que nos ocupa en este artículo: «Pájaros de verano».
Ciro Guerra, esta vez en codirección con Cristina Gallego, nos sorprende de nuevo con una obra de arte que nos explica una cara más de la compleja realidad colombiana. Quizás una cara poco explorada y alejada de la visión televisiva y serial de las ya populares producciones audiovisuales sobre la mafia de este país. La riqueza y a la vez el sufrimiento de la mezcla de culturas en Colombia se ven reflejadas, ya en «El abrazo de la serpiente», y en su nueva película que sacude conciencias. La cultura Wayuu ha vivido desde el principio de los tiempos en La Guajira (norte del país) apegada a su costumbres, tradiciones, a la familia y a la importancia del compromiso de la palabra. La llegada de hippies (y no hippies) norteamericanos abre la puerta a lucrativos negocios y muestra el origen del narcotráfico en la zona. El contexto tiene un claro carácter ideológico de lucha «contra el comunismo». Curiosamente, la llegada de algunas de las reglas básicas del capitalismo: la explotación de la naturaleza, el enriquecimiento de pocos, la guerra, la codicia y el sufrimiento para dar «felicidad a otros», viene de la mano de los abanderados de lo «alternativo». Todos estos elementos irrumpen y se mezclan en la cultura ancestral (con sus propias desigualdades, especialmente de género); primero como oportunidad de crecimiento y mejora y luego como tragedia, venganza y sangre: como lo es la propia historia de Colombia. Los directores hacen de «Pájaros de verano» una brillante mezcla de géneros en un país donde el realismo mágico es muy real. La historia atraviesa el género Western por la importancia de sus espectaculares paisajes y el significado de la llegada de «lo moderno» a las zonas «primitivas». También lo hace con el género negro porque cuenta el ascenso y caída de personajes que se meten en la mafia y de la propia guerra entre organizaciones delictivas. Y evidentemente el drama y el tema político muestra el trasfondo de una historia basada en hechos reales. Quien vea la película entenderá por qué iniciar con la frase de «comer mierda» para salir adelante, incluso perdiendo la dignidad. Ésto es lo que ha hecho la llegada del capitalismo más feroz a un país como Colombia, donde el dinero, el consumismo y la codicia se convierten en esa guia espiritual por encima de las tradiciones culturales (algunas también muy cuestionables).
«Pájaros de verano» es una película muy interesante, a nivel de importancia histórica e incluso si comparamos de lo que significó «El Padrino» para explicar el origen de la mafia y su vínculo tan estrecho con el capitalismo, ya que, posiblemente, uno no pueda vivir sin el otro. Pero además, es una maravilla ver en la gran pantalla esos rasgos indígenas y esas lenguas que han sobrevivido a los siglos pese al exterminio. En Colombia y en América Latina aún pesa el legado colonial, incluso quinientos años después, cuando la voz de la diversidad cultural y linguïstica han sido siempre excluidas. La importancia histórica y cultural de la película refleja también el sufrimiento y drama en las caras de los personajes (con magníficas interpretaciones). Del mismo modo que nos recuerda la tragedia que trajo la historia y que sigue llegando a través de diferentes formas de colonialismo. Sin duda, es otra obra maestra para la filmografía colombiana que nos abre la puerta para reflexionar sobre el origen y el camino que aún sigue recorriendo el país del realismo mágico. El Panorama Colombia de Berlín nos ofrece un brillante aperitivo (a nivel técnico y narrativo) y nos prepara para disfrutar de su prometedora programación.
5 estrellas de 5